top of page

Queridas familias del siglo XXI:

  • Foto del escritor: Vicen García
    Vicen García
  • 13 abr 2020
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: 18 abr 2020

Por Mª Ángeles Sirera


Soy Marcos, un niño de 3 años que vivo en una ciudad cualquiera de este país tan rápido y frenético, que vivo con mi familia, que me quieren y desean lo mejor para mí, pero pese a todo ello quiero hacer un llamamiento a esta sociedad para que los niños del futuro encuentren una mejor infancia que los niños del presente, que no seamos su modelo a seguir, mejor se esfuercen en volver a retomar la infancia de los niños del pasado.


Un día cualquiera en mi vida empieza a las 6.30 de la mañana, mi mamá me despierta con un beso, y casi como un zombi me muevo por inercia dentro de mi casa, me tomo la leche, me visten entre prisas y carreras mientras yo mantengo los ojos todavía entornados por el sueño, aún es de noche y me queda un largo día por delante.


Mamá casi me arrastra por la calle para poder llegar a la parada del autobús, ya que mi colegio está bastante lejos, me sienta en el asiento, me coloca el cinturón y me planta un beso en la frente mientras me dice:


-Cariño, pásatelo muy bien en el cole, esta noche nos vemos en casa.

Sale disparada para poder llegar a tiempo a su trabajo, mientras el autobús marcha por el centro de una ciudad caótica donde todo el mundo tiene mucha prisa. Cuando por fin el bus estaciona, nos recoge la monitora de la hora matinal, pues algunos niños acuden al colegio a las 9, pero yo y otros muchos más tenemos que estar allí una hora antes de que abran sus puertas, la monitora pretende que cantemos canciones para amenizar la mañana, pero todos estamos adormecidos y apenas respondemos a sus pretensiones.


Poco después aparece mi profesora y el resto de compañeros de la clase. Ahora empieza lo divertido… jugamos, aprendemos, cantamos, hacemos trabajitos y la mañana transcurre amena, parece que mi cuerpo ya se ha adaptado al ritmo del cole y las rutinas que allí seguimos, el entretenimiento, junto con el cariño de profes y amigos, me vienen bien.


Al finalizar la mañana, hay papás, mamás, abuelitos… que vienen a recoger a sus hijos, otros no tenemos más remedio que acudir al comedor, no me gusta la comida que allí me sirven y pese a que la monitora es muy amable y comprensiva, no quiero comer, pero la experiencia me dice que si no vacío mi plato pronto me atacará el hambre, pues quedan muchas horas hasta que pueda volver a llevarme algo de comer a la boca, así es que, cerrando los ojos, engullo la comida que me sirven, entre halagos y aplausos de la monitora, que como premio nos lleva a los columpios hasta que de nuevo empiecen las clases.


Durante el tiempo que estoy en el patio, saco todas mis fuerzas y subo y bajo del tobogán, me monto en los columpios, corro, juego al fútbol, lo doy todo, pero cuando tengo que volver a la clase, el cansancio me pasa factura y mientras mi profe cuenta un cuento muy bonito, poco a poco voy bajando la cabeza, voy cerrando los ojitos y mis oídos dejan de escuchar su voz para caer en los brazos de Morfeo, no puedo más.


Al cabo de un tiempo, mi profe me despierta.

- Marcos, Marcos, despierta que vamos a colorear una ficha.


Poco a poco me voy incorporando al mundo real y hago lo que me dicen, he recargado un poco las pilas y me sumo a las actividades que vamos realizando, pero dosificando mis fuerzas porque sé que todavía me queda mucho día por delante.


Por fin terminan las clases, muchos niños salen despavoridos al encuentro con sus papis y mamis, ya se van a casa, pero a mí todavía me quedan las extraescolares, el inglés que es muy importante aprenderlo desde pequeño, la música que desarrolla tu potencial intelectual, el deporte que es necesario para mantener el cuerpo y la mente sanos… Me vienen grandes todas esas actividades, pero como soy un niño bueno y mis papás tienen que trabajar, acudo a todas las clases sin rechistar y hago todo lo que me dicen como si fuese un robot, un autómata, así no me queda tiempo para aburrirme.


Por fin termina la jornada escolar, pero todavía me queda un buen trecho de autobús hasta que me recoja mi abuela en la parada así es que aprovecho para dormir un rato y sentado, con la cabeza caída, la boca abierta y la mochila puesta llego a mi destino.


Mi abuelita que es muy amable me lleva hasta casa, me prepara un cena exquisita (mucho mejor que lo que he tomado hoy en el comedor) y me ayuda a bañarme y a ponerme el pijama, mientras me cuenta cómo se divertía cuando era pequeña, realmente una vida envidiable que a nosotros no nos ha tocado vivir, es el mejor momento del día, estoy tranquilo y sin obligaciones, disfrutando de buena compañía y me mantengo despierto, aunque voy entornando de vez en cuando los ojitos mientras espero a oír las llaves de la puerta, por fin llega mi mamá, que me coge en brazos un ratito hasta que me duermo y me lleva a la cama, otro día más sin ver a mi papá, aunque lo siento, ya que cuando llega de su trabajo, entra en mi habitación , me besa y me arropa.


Otro día más inmerso en la rutina, mañana el día será igual, y pasado, y al otro… menos mal que pronto llegará el fin de semana y podremos disfrutar juntos en familia.


Ya ha llegado el sábado y cuando me despierto me encuentro a mi papá limpiando la casa, pues durante la semana es imposible, y pregunto por mamá que se ha ido al supermercado para hacer la compra.

- Marcos, cariño, siéntate a ver la tele mientras papá acaba de fregar el suelo y después cuando venga mamá iremos al parque un ratito.


¡Qué ilusión, bajar al parque!. Por la ventana miro y veo a mi amiga Marta montada en los columpios con su cuidadora, mis papás que también la han visto, se ponen ropa para hacer deporte y una vez en el parque le preguntan si le importaría quedarse un ratito conmigo mientras ellos se van a correr, porque durante toda la semana no tienen tiempo de hacer deporte y realmente también es necesario en sus vidas. Bueno, no pasa nada, el fin de semana es largo y podremos estar más tiempo juntos.


Cuando llega la noche, veo que mis papás se visten para salir, cuando les pregunto que dónde vamos me responden.

- Marcos, cariño, los papás tenemos una cena con unos amigos y tú no puedes venir, pero hemos pensado que te vayas a dormir con la abuela, te preparamos tu maleta nueva con tu pijama de ositos y te dejamos que te lleves a su casa la videoconsola, ¿te parece buena idea?.


Claro que me parece buena idea, al fin y al cabo, mis papás trabajan durante muchas horas al día para que a mí no me falte de nada y también tienen derecho a disfrutar con sus amigos, así es que yo me iré con la abuela, que seguro que me prepara una gran cena y me deja jugar a la consola todo el tiempo que quiera.


Llegamos al domingo, la abuela ha preparado una comida familiar a la que vendrán también mis primos y mis tíos, los niños comemos rápidamente y mientras los mayores hacen una larga sobremesa, nosotros aprovechamos la tarde en jugar a la consola y ver dibujos en la televisión, ¡un planazo comparado con el que me espera mañana lunes!.


Pero resulta, que el lunes no vamos al cole, no sé qué ha pasado con un bicho malo que hay por ahí suelto, que se llama coronavirus y en la tele han dicho que van a cerrar los coles y tenemos que quedarnos todos encerrados en nuestras casas. Sé que es un pequeño monstruo, que mata a las personas, que todo el mundo está asustado y se queja por tener que estar “confitados” (o algo así) en sus casas. Para mí es un momento histórico, por fin estaré mucho tiempo metido en casa con mis papás, jugando, cocinando, haciendo manualidades, dibujando y haciendo deporte en familia.


Por favor que dure un poco más el tiempo de “confinamiento”

Un abrazo de Marcos.


¡Qué triste tener que llegar a esta situación! Pero es la pura realidad, la realidad de muchos niños que como Marcos sufren con resignación las prisas, el estrés, la ansiedad, la incomprensión y la falta de empatía que la mayoría vivimos y la sociedad actual nos transmite, nos hemos visto abocados a una situación de desesperación que nos hace poner en una balanza lo que hemos perdido y lo que hemos ganado con la actual crisis.

Evidentemente, ninguna de las dos situaciones son buenas, en el término medio está la felicidad, pero es muy difícil encontrar ese equilibrio que nos ayude a vivir en una sociedad repleta de solidaridad, empatía y cariño, cuidando y valorando todo lo que tenemos sin dejar de lado las obligaciones y los quehaceres diarios.

¡Ojalá aprendamos algo de esto! Y cuidemos física y emocionalmente a nuestros mayores, pero también a nuestros pequeños para que en un futuro no tengan que llegar a momentos límite para darse cuenta de lo valiosa que es la vida.

Kommentare


Post: Blog2_Post
  • Facebook
  • Twitter
  • LinkedIn

©2020 por Experiencias Educativas. Creada con Wix.com

Imágenes wix.comfreepik.es

bottom of page